lunes, 22 de marzo de 2010


Si ahora, si en este preciso instante
pudiera dejar de respirar,
digo,
dejar de hacerme el vivo
y esas otras habilidades
que ejerzo desde hace
tantísimos años como los ojos de
esta cara,
juro que elegiría quedarme al lado,
quietito,
de estas fotos que ya no pueden virar
al amarillo más que ahora,
fotos chiquitas, me cago,
inmortales, porque no tengo dudas
que desde esas postales
algún huevón o despistado
intentará un día descifrar mi
historia.

Tomarse en serio
el puzzle de mis hambres.


Y si tuviera que elegir de todas una,
habida cuenta de que la calle está
harto dura,
incluso buenos aires se ha movido 3
centímetros
luego del terremoto,
me quedaría con esa en que
me estoy yendo de espaldas
por una avenida de Valparaíso,
-inevitablemente cerca del mercado,

oliendo puerto, goletas, mares remotos,
incapaz aún de haberme confesado-
con un jean rojo y un bolso de cuero
crudo al hombro.
Ando con ese memorable abrigo
de cuero negro que todavía

me ocupa el ropero.
Así, como que me voy. De paso.
Puta que era increíblemente sexy
entonces.

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