jueves, 25 de diciembre de 2008

Poetas




Sería tan bueno no morirnos nunca,
ser siempre jóvenes, hermosos, lúcidos,
alegres como zímbalos,
ruidosos, fiesteros, imbatibles.


De no ser posible,
por esas cosas de la muerte,
el dolor, la enfermedad,
la soledad y la locura,
poder enterrar estos
y otros versos
junto a las semillas
de un bosque nuevo,
para que sean leídos
desde el aire,
desde aeronaves,
dentro de cientos de años.


Voy a repetirlo por las dudas:
sería bueno y deseable
que nadie muera
de pena, de miedo
o de cansancio.









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